La Iglesia Siro-ortodoxa


La Iglesia Siria remonta sus orígenes a los tiempos apostólicos, a los tiempos en los que los primeros cristianos formaron la comunidad de Antioquía, conforme se menciona en los Hechos de los Apóstoles (Hechos, 11, 26). El apóstol Pedro se estableció en ella en el año 37, siendo sucesores suyos, entre otros, los santos Eudoxio e Ignacio de Antioquía. San Ignacio, en sus escritos, menciona la evolución del orden de los obispos sucesores de los apóstoles en aquella ciudad. El patriarcado de Antioquía fue reconocido por el Concilio Ecuménico de Nicea en el año 325, junto con los de Alejandría y Roma. Como vemos, esta Iglesia que tiene como primer obispo a San Pedro y donde por primera vez los discípulos de Cristo fueron llamados cristianos, se convirtió en uno de los grandes centros de la cristiandad de los primeros siglos, pero el Concilio de Calcedonia y su posición cristológica, celebrado en el año 451, provocó un gran cisma dentro de esta comunidad cristiana. El emperador bizantino Justiniano impuso las enseñanzas conciliares en las ciudades, pero esto originó, que dichas enseñanzas fueran fuertemente rechazadas en las zonas rurales. Consecuentemente, los obispos de ambas tendencias lucharon por la Sede Antioquena e incluso, en el año 518, el obispo San Severo fuera exiliado de Antioquía.

La Iglesia Ortodoxa Siríaca de Antioquía


En el siglo VI, Jacobo Baradeo, obispo de Edessa, oponiéndose a las órdenes del emperador, ordenó a nuevos obispos y sacerdotes que rechazaban las tesis conciliares; a esta nueva Iglesia se la denominó “jacobita” y tiene su propia liturgia, conocida como “siríaca occidental o antioquena”, siguiendo sus propias tradiciones, utilizando el siríaco como lengua litúrgica. Se extendió dentro y fuera del Imperio Bizantino, llegando su influencia hasta la antigua Persia. Cuando los persas y los árabes terminaron con la persecución que los bizantinos ejercieron contra ella, la Iglesia Siria creció y se expandió aun más, llegando a tener en la Edad Media un incremento notable intelectual, creándose escuelas de teología, de filosofía y de historia. Fue tal su esplendor, que llegó a tener veinte sedes metropolitanas y más de cien diócesis, extendiéndose hasta Afganistán, Turquestán, etc.

Pero la historia de la Iglesia Ortodoxa Siria se ha caracterizado siempre por la adversidad. En los siglos VI y VII sufrió la opresión bizantina; en los siglos XI y XII, los cruzados cometieron atrocidades contra ella; entre los años 1336 al 1405, los mogoles liderados por Tamerlán, destruyeron gran parte de sus templos y monasterios y a partir del siglo XV, el Sultanato Otomano le impuso severas restricciones que incluso llegó a la masacre de veinticinco mil sirios ortodoxos en el año 1895 en el sudeste de Turquía. En el año 1915 se produjo una calamidad aun mayor conocida como el “Año de la Espada”, siendo asesinados noventa mil trescientos catorce sirios ortodoxos – entre ellos ciento cincuenta y cuatro sacerdotes – pertenecientes a más de trece mil familias asentadas en trescientas cuarenta y seis aldeas, lo que representaba alrededor de un tercio de los ortodoxos sirios que poblaban aquella zona. Por si esto fuera poco, en su lucha contra los turcos, los kurdos utilizaron como bases, los monasterios de Mor Malke y Dayro da-Slibo y las iglesias de Basibrin. Todo esto produjo un inmenso sufrimiento y destrucción a partir del año 1895, alterándose la composición de la comunidad ortodoxa siria y originándose masivas migraciones a otras regiones del Medio Oriente, a Europa y a América. Actualmente, la Iglesia Ortodoxa Siria está extendida por Siria, Líbano, Iraq, Turquía, Israel, India y entre los emigrantes en Europa y América.

La Iglesia Ortodoxa Siria tiene una fuerte tradición monástica – de este tema, algo se ha publicado en este blog – aunque, como ha sido tan perseguida a lo largo de los siglos, son pocos los que aun permanecen en Siria, Turquía, Iraq, Israel y Palestina. En Europa tienen también tres monasterios: Holanda, Alemania y Suiza. La Iglesia Siria ha dado a la Iglesia Universal varios santos ilustres, cuyas vidas y obras tuvieron una influencia enorme no solo en la tradición siríaca, sino también en el resto de la cristiandad. A modo de ejemplos, recordemos a San Efrén el Sirio y a San Isaac el Sirio. Asimismo, han sido numerosos los autores ortodoxos sirios, destacando Juan de Edessa, Jacobo de Edessa, el Patriarca Mikhayel Rabo o el Maphryono (Catholicós) Mor Gregorius Bar Hebreo (1226-1286) con su “Cronografía e Historia Eclesiástica”.

Hasta el año 1034, los patriarcas ortodoxos sirios residieron en Antioquía; posteriormente, hasta el año 1293, lo hicieron en el monasterio Mar Barsauna. Desde ese año y hasta principios del siglo XX (1924) residieron en Homs (Siria) y actualmente, en Damasco. En el año 2000 y a fin de que no se identificara a esta Iglesia ni con la nacionalidad ni con el estado sirio, el Santo Sínodo cambió el nombre de la Iglesia, denominándose actualmente “Iglesia Ortodoxa Siríaca de Antioquía”. Desde el siglo XVII, existe la Iglesia autónoma india, la Siro-Malankar. Desde el año 2014, el Patriarca de Antioquía y Suprema Cabeza de la Iglesia Ortodoxa Siria es Su Santidad Moran Mor Ignacio Efrén II, que reside en el monasterio Mor Ephrem, en Ma`arat Sayyidnaya, cerca de Damasco (Siria).

El Rito Sirio Antioqueno


En lo referente a la liturgia, este rito tiene muchas reminiscencias jerosolimitanas, aunque con posterioridad ha tenido algunas influencias bizantinas. La Misa (Qurbono) se inicia con un largo rito de preparación de las ofrendas, llamado “servicios de Melquisedech y de Aarón”. Posteriormente vienen seis lecturas, tres de las cuales son del Antiguo Testamento. El abrazo de paz que precede al rito de la consagración es espectacular porque se transmite de fiel a fiel, desde el altar hasta la mismísima puerta del templo.

La “anáfora” – canon en el rito latino – está acompañada de gestos cargados de simbolismo; por ejemplo, influenciado por la liturgia bizantina, el velo que cubre las ofrendas es agitado por el celebrante por delante y por detrás del cáliz representando el soplo del Espíritu Santo. Como en la mayor parte de las celebraciones litúrgicas orientales, ocupa un lugar muy importante la “epíclesis” o invocación al Espíritu Santo para que realice la transformación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Así, las ofertas se convierten en “fuente de vida” capaz de vivificar a los fieles que se acercan a la comunión, la cual está precedida con una complicada fracción del pan, muy característica de la tradición antioquena y, que posteriormente, fue copiada por la liturgia hispano-mozárabe (quién haya participado en una Misa mozárabe sabe con detalle a qué me refiero). La Misa termina con una oración de despedida y con la distribución del pan bendito entre todos los fieles, los cuales se lo llevan a casa.

En cuanto a los sacramentos, el bautismo se realiza por inmersión y es precedido de una profesión de fe y de unos exorcismos contra Satanás. En este rito bautismal ocupa un lugar preeminente la invocación al Espíritu Santo y seguidamente, a la persona bautizada se la unge con el santo crisma (Crismación o Confirmación) y se le pone una corona. El matrimonio consiste esencialmente en la coronación de los dos esposos. En la unción de los enfermos se necesita la presencia de varios sacerdotes. El orden sagrado comprende nueve grados clericales tomados de la jerarquía eclesiástica indicada por el Pseudo-Dionisio el Areopagita, autor del siglo V. Los miembros del clero no monástico pueden estar casados aunque no pueden contraer matrimonio después de haber sido ordenados. Los monjes son célibes y de entre ellos se escogen a los obispos.

Antonio Barrero